En agosto de 2014 tomó vacaciones y viajó al país africano para celebrar su cumpleaños número 28, el plan era visitar las playas de ese país y conocer un nuevo destino. En Colombia lo despidieron su esposa, padres e hijos: una niña de 7 años, que ahora tiene 15; y un recién nacido que ya tiene 8 años, y que él nunca ha podido ver ni abrazar.
Al aterrizar en Dar es-Salam, la ciudad que alberga la sede del Gobierno de Tanzania y la más poblada de ese país, el viaje de Ballesteros se convirtió en un infierno. La policía local lo detuvo y lo aislaron de los demás pasajeros.
Los funcionarios lo llevaron a una habitación mientras le hacían preguntas en un idioma que Andrés no entendía y no sabía de qué lo acusaban. El expediente que abrían en su contra era por tráfico de drogas, un cargo que hasta la fecha la Fiscalía de ese país no ha podido comprobar. De hecho, ni siquiera hay detalles de dónde encontraron la supuesta sustancia ilícita, ni el tipo de estupefaciente, ni la cantidad que le habrían incautado.
Andrés Felipe Ballesteros ha sido declarado oficialmente libre por un juez de Tanzania. Esta noche regresa en su camino hacia los suyos. El sábado 22 a las 2:00 pm estará aterrizando en el Aeropuerto El Dorado en vuelo de KLM procedente de Amsterdam. Recíbanlo por mí, con amor.
Tras ocho años de estar privado de la libertad, Las gestiones diplomáticas y consulares lograron que el fiscal general revisara de nuevo el caso, muy famoso en Tanzania por tratarse del único preso colombiano. Semanas más tarde, después de la ayuda del embajador de Cuba, la justicia de Tanzania accedió a llegar a un acuerdo. Andrés Felipe Ballesteros, que había sido absuelto por falta de pruebas en 2019, pero vuelto a capturar por el mismo delito instantes después, debía aceptar un cargo, declararse culpable y pagar una multa para quedar libre. La fianza que pidió el fiscal fue de 50 millones de chelines tanzanos, más o menos 25.000 dólares americanos o 120 millones de pesos colombianos.
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